El hombre nuevo: Por qué los roles no te hacen masculino
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El hombre nuevo: más allá de las conchas, más allá de la comodidad
Los últimos cien años no han fortalecido a los hombres. Los han domesticado . Fábricas, oficinas, hipotecas y rutinas educadas han engendrado a un hombre que trabaja, provee, obedece y se considera masculino porque tiene esposa, hijos y un sueldo. Pero esto no es la esencia, es un guion.
Hoy en día, el caos crece. La energía femenina —impredecible, emocional y expansiva— inunda la cultura y las relaciones. Y la mayoría de los hombres, ya sean heterosexuales, homosexuales, casados o solteros, no logran mantenerse firmes. Algunos se desploman en la sedación: panza, cerveza y aburrimiento. Otros se convierten en "caparazones alfa" : ruidosos, musculosos, orgullosos, pero vacíos, alimentados por estímulos, validación y bravuconería superficial.
Tener Bitcoin no te hace soberano. Tener sexo con mujeres no te hace masculino. Tampoco tener barba, familia o coche. La masculinidad no la define tu pareja ni tu sueldo. La define tu esencia :
- Un cuerpo delgado, fuerte y vivo, no inflamado, sedado o alimentado por azúcar y alcohol.
- Un sistema nervioso que contiene la corriente erótica sin liberación compulsiva, por lo que el deseo se convierte en combustible y no en una fuga.
- Una identidad arraigada en la energía de Marte (dirección, decisión y dominio propio), no en la comodidad o el caos.
- Soberanía en salud, riqueza y energía, no dependencia de sistemas, socios o aplausos.

La mayoría de los hombres, ya sean homosexuales o heterosexuales, están perdiendo esta noción. Se aferran a sus roles (esposo, padre, trabajador, proveedor) como prueba de que son "hombres de verdad", mientras su vitalidad se desvanece, su atractivo muere y su alma depende de la comodidad para sentirse segura.
No se trata de criticar a los hombres homosexuales ni de idealizar a los heterosexuales. La masculinidad no reside en con quién te acuestas. Se basa en cómo vives : si tu cuerpo se nutre, si tu energía circula y si puedes mantener la polaridad y la presencia sin necesidad de que tu pareja o tu gobierno te mimen.
Sin la verdadera esencia masculina, la identidad se disuelve en el caos. Los hombres se vuelven ansiosos, adictos y fácilmente controlables. Lo femenino —que está destinado a fluir, crear e incluso perturbar— se desata porque no hay un campo arraigado donde conectar con él.
El Hombre Nuevo es quien recupera esta esencia. Se alimenta con alimentos sanos, sin sedación. Se mueve, trabaja y siente el sol para que sus hormonas se mantengan despiertas. Canaliza su corriente erótica para impulsar su trabajo, su arte, su magnetismo. Acumula una riqueza inconquistable. Se cuida a sí mismo , para que ninguna mujer, hombre ni sistema tenga que hacerlo.
No se trata de agresión ni frialdad. Se trata de arraigar tu masculinidad tan profundamente que el caos no pueda consumirte. Cuando eso sucede, la polaridad y la atracción regresan de forma natural. La salud se convierte en vitalidad. Y la soberanía se convierte en algo más que un eslogan: se convierte en tu forma de respirar.